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Atraviesa su mejor momento profesional, pero en el plano personal, la uruguaya Mónica Farro no recuerda otro peor que este. Llegada hace un año a Buenos Aires, la vedette fue contratada por Gerardo Sofovich (“No somos santas” y “El referí cornú”) y, además, se incorporó al plantel de “Bailando por un sueño”, donde sigue peleando por ganar el certamen. Sin embargo, por este éxito debe pagar un precio muy alto: estar en pleno proceso de divorcio de su marido, el jugador de fútbol Enrique Ferraro, y vivir alejada de su hijo, Diego de 13 años que se quedó con su padre en Montevideo. Felizmente, su “bebé” puede visitarla cada tres meses, lo que origina alegría en el reencuentro y tristeza en la despedida: esto último ocurrió el pasado martes 9, a las 18:30, en la estación de Buquebús, en Puerto Madero.
Alto y buen mozo, Diego no aparenta los años que tiene, y en los pocos días que pasó por nuestra ciudad, encandiló a Pancho Dotto, que desea sumarlo a su staff. Por el momento, el jovencito sólo piensa en jugar al fútbol y seguir siendo el capitán de su equipo, Bella Vista.
De todas maneras no descarta la propuesta de Dotto: “Podría hacer ambas cosas”, opina Mónica, orgullosa de su hijo. En cambio, este de su madre dice: “No me deja tener novia porque opina que todavía soy muy chico, y también me hincha con el orden, pero no le hago caso”. Diego da muestras de tener carácter fuerte, haciendo respetar su honor a trompadas con los compañeros que le gastaban bromas por las coreografías de su mamá: “Me enojaba cuando me cargaban en el colegio, pero ya nadie me dice nada. Además, ahora en la obra de teatro, no muestra mucho... Así está bien”. A pesar de la imagen aguerrida que pueda dar, Mónica Farro se reconoce como una mujer tranquila: “Soy muy pasiva, mientras no me ataquen. Por eso, no me importa lo que pueda decir Adabel Guerrero -su rival en el ´Bailando...’ y vecina de piso en su departamento-, a mí sólo me importa mi hijo”. La frase la completa con un fuerte beso en la mejilla de Diego, hasta que por los altavoces anuncian que los pasajeros deben embarcar y Mónica se queda con el corazón partido en dos.
Alto y buen mozo, Diego no aparenta los años que tiene, y en los pocos días que pasó por nuestra ciudad, encandiló a Pancho Dotto, que desea sumarlo a su staff. Por el momento, el jovencito sólo piensa en jugar al fútbol y seguir siendo el capitán de su equipo, Bella Vista.

Estraido de: Caras Uruguay
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